jueves, 21 de noviembre de 2019

Somos una obra literaria


nuestra mejor mentira
nos convirtió
en un poema
que siempre leeré
para recordar
que esta historia
es más real que la vida


De ‘‘Juegan al cielo’’

Omar Ochi




Lo que uno aprende de Julio


Leo un cuento de Cortázar en mi sillón preferido. Me llama la atención la palabra «axolotl». Disfruto la historia. Escucho golpes en mi puerta. Me levanto, camino hacia el picaporte, atiendo: no hay nadie. Regreso al sillón. Retomo la lectura. Llego al final del texto y, en ese instante, vuelvo a escuchar los mismos golpes. Vuelvo a levantarme. Atiendo: veo a un hombre de anteojos enormes. Le extiendo mi mano. No me ve. Me cierra la puerta en la cara. Escucho cómo se alejan sus pasos. Me asomo a su ventana, le hago señas, pero definitivamente no puede verme. O tal vez está demasiado concentrado en el libro que lee en su sillón.


De ‘‘Cuarenta formas de ser invisible’’

Omar Ochi




Detective de traiciones


Contraté al detective Morales. Le conté mis sospechas acerca de mi esposa y le mostré la carta de su amante, que fue hallada debajo de la almohada de nuestra cama matrimonial. El extraño sujeto, sumergido en su profesión de sabueso privado, observó minuciosamente el papel y otros indicios de infidelidad que fui juntando a lo largo de los últimos meses. Luego me aseguró: ‘‘No será difícil encontrar al amante de su mujer. Sólo deme dos días’’. Convencido de sus palabras, agradecí  su disposición y le pagué por anticipado.
Cuarenta y ocho horas después, Morales golpeó mi puerta: ‘‘¡Señor! Aún no pude descubrir la identidad del hombre. Pero le traigo un dato interesante: averigüé el lugar y la hora en que ambos tendrán su próximo encuentro furtivo’’. ‘‘Eso es más que interesante’’, contesté con una sonrisa macabra.

Aquella  noche, a las diez y media, estacioné mi auto en una casa de adobe. No había perros ni otros centinelas nocturnos. La entrada estaba semi abierta. Entré despacio. Me acerqué a una habitación iluminada. Preparé mi revólver. Abrí la puerta y… recibí un tiro en el hombro. Lancé gritos de dolor. Me arrastré en el suelo buscando con la mirada al autor del disparo y, cuando pude reconocerlo, dije: ‘‘¡¡Morales!! ¿Qué carajo estás haciendo?’’. Él respondió: ‘‘Lo siento, Señor. El amante de su esposa me paga con dólares’’.



De ‘‘Crónicas de hombres celosos’’

Omar Ochi