lunes, 16 de marzo de 2020

Nuestra fortaleza en los días del Coronavirus


Hace exactamente un año no imaginábamos esta situación. No teníamos bajo la manga una carta de Batman o el meme de una sopa de murciélago. Estornudábamos, tosíamos y el hambre de al lado no nos miraba con mala cara. Tampoco conjeturábamos la secuencia del aislamiento ni veíamos góndolas vacías en el supermercado, personas desesperadas, eventos cancelados, pánico, exageración mediática, subestimación de un virus que nos amenaza, miedo, alarmas que enloquecen y un período de privaciones.
No obstante (y ante el riesgo de caer en la obviedad de las frases hechas), debo decirte lo que dictan las mismas campanas de ayer: mantené la calma. Tomá con humor algunas invasiones, pero manejá con pinzas la gravedad del asunto. ¿No podés ir al colegio o la universidad, al recital de tu banda preferida, a la cancha, al laburo, a una mateada con los compadres de la urbe o el suburbio? ¿Debés saludar a tu amigo con el codo, negar un beso, lavarte las manos con alcohol en gel? Que así sea. No todo en la vida es color eternidad, pero sucede que, a veces (tamañas veces), la eternidad se toca con el tiempo y aún nadie nos ha robado el privilegio de disfrutar el concierto de colores y la intensidad de este preciso instante.
Entonces me atrevo a decir que ninguna pandemia puede impedir que hoy vivamos un hermoso día en el lugar donde Dios nos ha sembrado, potenciar el infortunio con la chance de pasar más tiempo con la familia (la de la sangre o la que nos permitimos elegir), aventurarnos en el ámbito de los afectos, descansar, trabajar en el hogar, salir a caminar por donde tengamos permitido el paso, leer un buen libro, mirar una película interesante, escribir más, sumergirnos en la música de las cosas sencillas; compartir un desayuno, un almuerzo, una media tarde y una cena inolvidables; jugar a que jugamos, dormir una siesta a la orilla del mundo, parar la pelota en la mitad del campo y pensar y armar una nueva estrategia de inversión productiva y combate; darle batalla al gigante, no perder la fe, no dejar de sonreír, imaginar que podría ser peor y (como diría Silvio) "amar la hora que no brilla".
Es mi deseo que hoy puedas volar en casa o en esos caminos naturales donde los ciegos nos hacen creer que estamos patinando en una jaula. ¡Adelante! ¡Vos podés! Esto va a pasar. No te desanimes, porque las luciérnagas más hermosas de la vida se apagan, pero también vuelven a encender otra historia.


16/03/20

Omar Ochi



2 comentarios:

  1. Me fascino el final.. esta pandemia genero mieod y panico en cada ser q nos rodea, saca el lado malo de los seres en este mundo pero hay q cuidarse y obedecer para que podamos volver a brillas como luciernagas ser libres de nuevo.. muchas gracias x tan bellas palabras mi kerido poeta..

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  2. Excelente lectura de la realidad me encanto 😍 saludos.

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