A mi sobrina Malena Ochi.
Anoche,
mientras oías la canción de la inocencia
y
danzabas y reías y eras feliz en mis brazos,
me
puse a pensar
(aunque
pensar es romper muñecos de porcelana)
que
mañana dejaré de ser tu tiempo, tu barco,
tus
puertos, tus payasos, tu superhéroe
y
caminarás por las calles donde empiezan tus alas.
Tres
pasos, seis cuadras, nueve kilómetros
y
preguntarás los nombres de la vida,
crecerás
hacia adentro y hacia el costado,
te
caerás de tu primera bicicleta,
los
llantos dejarán de ser monedas.
Comprarás
cuadernos, carteras, teléfonos,
vestidos
que pasan de moda a cada instante
y
sentirás, cuando alcances todo y no tengas nada,
que
hay otros tesoros en la isla de las confluencias.
Alguien
te besará a escondidas del mundo
y
tus padres no sabrán que, por primera vez,
has
volado a cien metros del suelo.
Te
harán llorar una historia de ilusiones rotas
y
entenderás que ahora
no
puedes comprar el amor, negociar esta lágrima,
esos
caprichos, aquella utopía;
pero
nacerás en las lluvias de invierno,
atraparás
diluvios, desnudarás una gota,
domarás
relámpagos, sembrarás rivales y aliados,
caminarás
altiva por la vereda del buitre,
te
verás sonreír en tu fiesta de graduación;
elegirás
tu carrera, un nuevo cielo, nuevos rumbos
o
trabajarás en la tienda
donde
nadie compra lo que no se vende:
tus
ojos de niña y tu esencia de mujer,
tus
castillos inciertos y el insomnio de tus juguetes.
Por
eso vive, sueña y baila, viajera.
Juega
mientras existe la vida,
escucha
esta lenta canción de cuna.
Disfruta
la tierra y el puerto de mis brazos
porque
mañana, en la hora de la primavera,
soltaré
tu mano
y volarás…
De
‘‘Apto para toda piedra’’
Omar
Ochi
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