No
te conozco,
pero
ya imagino mi mano y tu palma
unidas
por la cinta estelar
que
encontré en mi infancia.
No
está de más escribir
en
el margen de algunas constelaciones
que
oyes mi cosmos
aunque
hoy no me escuchas,
que
no me atrevo a dar nuestro primer paso,
primer
destello de susurrarnos
que
abres el día y la noche
en
tu mirada ígnea
y
la vida te queda muy bien esta tarde.
Eres más bella
en
el bosque
de
las medusas que ondulan el aire,
entre
las cascadas
y
los ciervos de cristal
bebiendo
el silencio
que
solo nosotros entendemos,
en
el planeta rojo de nueve lunas,
héroes
lunáticos
en
cada estrella a la que viajamos
desde
tus formas de pasar
frente
a mi silla inmóvil, inquieta
de
un bufet donde sucedes
sin
preguntarme el nombre
de
todo lo que he callado,
donde
me callo por más que griten mis ojos
para
dejar que el tiempo
diga
el próximo poema…
De
‘‘Edel III: ventanas e historias de renacidos’’
Omar
Ochi
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