Retrocedió
el tiempo. Regresó al jueves 12 de diciembre del 2019, a las cinco y veinte de
la tarde, en Mendoza. Caminó por Peatonal Sarmiento. «Se supone que sucederá a
las seis. Puedo cambiar los hechos con anticipación», pensó. Llegó a la Plaza
Independencia y, para su sorpresa, una multitud de personas rodeaba a Adelina,
quien yacía en la calle Patricias Mendocinas. Había sido atropellada por un
colectivo. Temblando de horror, reprogramó su teléfono. Pulsó el botón violeta.
Día 19 de octubre del 2018 a las 10:00 p.m. en el Shopping. Salió
del baño de hombres. Se acercó al cine: ante el bullicio de varios adolescentes
desesperados, Adelina estaba tendida bocarriba en el suelo, con una herida de
bala en la cabeza. No logró entender la tragedia.
Siguió
retrocediendo el tiempo e intentó salvarla una infinidad de veces, pero en
todos los escenarios ella perdía la vida de formas cada vez más inexplicables.
Entonces
decidió rendirse, aceptar la situación y sobrevivir a la ausencia.
Caminaba
por la calle Patricias con lágrimas en los ojos y tormentas en la boca. El
viento de la noche era una lenta canción de fugas y nostalgia. De pronto, un
colectivo pasó el semáforo en rojo y venía hacia él a toda velocidad. En ese
momento fue rescatado por una muchacha vestida de negro.
Cuando
miró su rostro para agradecerle, su corazón volvió a nacer frente a la mirada
amarilla y etérea que no podía ser de otra mujer. «Ade... ¡Adelina!»,
gritó. Ella, observando la hora y el botón violeta de su teléfono, afirmó: «Llegué a tiempo, amor. Ahora debería salvarte otras mil
veces».
De ‘‘La tercera
máquina del olvido’’
Omar Ochi
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