A
Anuar Chebly.
El poeta escribía una carta por semana. La
enviaba a través del correo milagroso (en esos tiempos no existían los mensajes
virtuales). Pagaba su cuota de ilusiones y esperaba ansioso la respuesta de su
novia.
No recibía noticias de ella... Caminaba
solitario por las calles maipucinas. Recorría bodegas, plazas, andenes.
Observaba los trenes que le recordaban el momento en que la vio partir hacia
Córdoba. Cumplía con los horarios de su trabajo y seguía esperando aquella
respuesta…
Una noche, cansado de no recibir algún
mensaje que iluminara sus tardes oscuras, escribió una breve declaración:
‘‘Querida, ya me estoy acostumbrando a tu ausencia. Supongo que, de ahora en
adelante, renunciaré a esta quimera. Dejaré de escribirte y me dedicaré a soñar
tu regreso’’.
Al día siguiente, llevó la carta al correo.
Aunque el precio de su decisión era un nuevo llanto y un camino de ciudades
nubladas, se mantuvo firme.
Tres semanas pasaron. Cuando todo parecía
perdido, recibió la tan ansiada respuesta: ‘‘Mi estimado, perdón por la demora.
Estoy bien. Dentro de un mes volveré a Mendoza y podremos disfrutar muchas
cosas juntos. Lo saludo atentamente y espero encantada su futura y afectuosa
contestación’’.
Herido por la absurda cordialidad de su
amada, estuvo a punto de romper el papel y darse por vencido. Pero alcanzó a
ver unas líneas al otro lado de la hoja: ‘‘PD: Perdón por mi brevedad. Lo que
siento por usted no es algo que se pueda decir con palabras’’.
De
‘‘Quimeras en el aire’’
Omar
Ochi
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