Soledad quiso jugar consigo
misma. Se sentó en el columpio del patio. Se meció lenta y velozmente en un
movimiento que la impulsaba de un lado a otro. Cuando llegaba arriba, parecía
tocar las estrellas con sus manos infantiles. Cuando bajaba, el cielo se
derrumbaba ante sus pies de mujer. Atrás-arriba, sus sueños se dispersaban en
el aire mítico. Abajo, todo volvía a la realidad. Adelante-arriba: el vuelo, la
magia, la fantasía. Abajo: el resbalón, la caída, una herida abriéndose en la
piel del tiempo…
De ‘‘Quimeras en el aire’’
Omar Ochi
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