lunes, 28 de octubre de 2019

El país de los diminutos


                                    Arrietty, una mujer diminuta y salvaje,
                                         habla de esta manera:


mi mundo
         es una selva de hormigas y grillos

mi hogar
        una casa escondida en un árbol

en el alba
tengo la costumbre de trepar el geranio
explorar la tierra de sueños peregrinos
divisar el prado las fieras la galería
el castillo de los gigantes

cruzar el lago en un barco o una botella
entrar a los sitios de la esperanza
sin que me atrapen
las enormes criaturas llamadas «perro» y «gato»

ahora es de noche
las estrellas alumbran el hábito vespertino
lucho hiero venzo a la temible rata
corto las lianas de la selva
con el alfiler que me sirve de espada

entro al castillo
hay grietas en la soledad de los muros

no vengo a usurpar la fortuna
no ando buscando alimento

no solo vivo de pan agua frutas
terrones de azúcar 
viandas que tomo prestadas de los humanos

mi existencia depende
de los ojos que me han visto
ojos que pueden
hacerme vivir en una mirada de amor
y matarme con el olvido

«haré lo que desees
mientras sigas hospedándome en tu memoria»

recorro los pasillos interminables
la vigilia es una sombra    que   se   alarga
en la inmensidad de la alfombra
en las pinturas las habitaciones
                      los muebles la biblioteca
los cuchillos platos tenedores sobre una mesa
las lámparas los relojes los vestidos
                     las casas de muñecas

«todo es penumbra todo es inmenso»

llevo un puñado de ilusiones
en mi mano izquierda
con la diestra
guardo la espada en su vaina de trébol

llego a la puerta de la habitación colosal
está cerrada

busco una ventana una abertura
          las encuentro
subo por un canasto de ropa situado junto a ellas

una vez arriba
                 camino en el marco
cruzo la línea que separa una región de la otra
me deslizo por la cortina que conduce al futuro

la alcoba es un aposento de lunas blancas
camino despacio 
                me subo a un zapato
escalo la silla  la mesa la cama

me acerco
                  lentamente
al niño que me está soñando



De ‘‘Historia del tiempo’’

Omar Ochi





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