lunes, 18 de enero de 2016

La buitre historia del buitre



El buitre se dirigía a su hogar. Allí lo esperaban sus únicos amigos: otros buitres. Volaba cerca de los halcones, quienes lo miraban de reojo y despreciaban su presencia poco amigable. También se cruzaba a las cigüeñas, quienes también desconfiaban de él. Sin embargo, el buitre reía y no se arrepentía de seguir siendo un buitre.

Cuando llegó a su tierra, se detuvo en las ramas de un árbol seco. En ese desierto se encontró con sus compañeros. Saludó a cada uno de ellos con un gesto vulgar y les preguntó qué sucedía. Nadie le respondió. Luego, tratando de encontrar la respuesta por sí mismo, se dio cuenta de que todos contemplaban atentos un collar de perlas abandonado en la arena que, al menos, podría servirles para verse más elegantes. El buitre enterró su mirada en esas piedras preciosas. Se lanzó impulsivamente sobre ellas, y los otros, de una dolorosa bofetada, no se lo permitieron. Estaban discutiendo hace horas para ver quién era realmente digno de ellas. 

El buitre, ofendido por la mala actitud de los suyos, les dijo:

— ¡Ya me cansaron! No son más que unos fracasados. Les voy a demostrar que soy más vivo que ustedes.

— ¿Ah, sí? Decime: ¿de qué forma lo vas a hacer? —contestó uno de ellos.

—Es simple. He oído que por allá, en la ‘‘Alta cumbre de águilas y cóndores’’, los habitantes de ese pueblo se pelean entre ellos. ¿Y qué mejor oportunidad que ésa para un buitre? Voy a infiltrarme como un peregrino, disfrutaré las peleas ajenas y luego... ¡Zaz! 
 
Después de haber dicho estas palabras, sus compañeros  se burlaron de él. ¡Cuántas carcajadas se tragó aquel día! Sin embargo, miró el cielo, alzó vuelo y partió rumbo a sus horizontes. Navegó largas horas por los vientos. Les echó el ojo a cada una de las altas cordilleras de América, ¿y qué vio? Su carnada. ¡Ahí estaban! Eran cientos de aves, todas amontonadas en una hermosa cumbre. Gritaban y agitaban sus alas ante el espectáculo que estaba a punto de comenzar. ¿Un espectáculo? El buitre no entendía ni jota lo que estaba sucediendo. Fingió ser un miembro más de la multitud y le preguntó a una de las aves cuál era el motivo de tanto alboroto. Ésta le dijo:

— ¿Qué? ¿No te has enterado? Un cóndor bastante rudo acaba de retar a duelo al águila más ágil del mundo.

— ¿Y en qué consiste el desafío? —añadió el buitre, demostrando un interés evidente en su nueva pregunta.

— ¿Ves ese huevo dorado que está a la orilla del rin? Bueno... El ganador de esta pelea tendrá el privilegio de adueñarse de él.

— ¿Tanto valor tiene ese huevo? —Volvió a preguntar el buitre.
  
—Parece que no sos de este planeta. ¿No ves que ese premio es el símbolo del dominio absoluto? El que tenga el huevo en sus manos,  gobernará el pueblo de ‘‘Alta cumbre de águilas y cóndores’’.

Después de esto, el duelo tan esperado estalló en la mirada de sus espectadores. Uno de los contrincantes, el águila, empezó a picotear a su adversario. ¡Le estaba dando una paliza muy grande! Ni siquiera lo dejaba moverse. Sus ataques eran feroces. El combate parecía estar a su favor. Las águilas enloquecían. Y entonces... reía el buitre.

Luego, el cóndor tomó un segundo aire y comenzó a demostrar su verdadera fuerza. Embistió dos veces al águila, y ésta quedó en el suelo, herida y casi noqueada.  Intentó ponerse de pie, pero su rival la siguió golpeando. Los cóndores aplaudían. Y entre ellos... ¡reía el buitre!

Era  el último de los tres asaltos, y el águila, enfurecida, sorprendió al cóndor con sus mejores ataques. Se movió como el viento y lo venció con una sola arremetida. Sus seguidores festejaban haciendo fantásticas piruetas en el aire. ¡Toda ave contempló aquel triunfo heroico! Y no se dieron cuenta de algo. Habían olvidado lo más importante: ¡el huevo dorado ya no estaba! Y el buitre... tampoco.


De ‘‘Los cuatro sueños de Malena’’

Omar Ochi




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