lunes, 18 de enero de 2016

Los cuatro sueños de Malena

Malena, una hermosa niña de Guaymallén, soñó que entraba a una enorme tubería que la condujo al mundo del mar. Ahí nadó entre peces de diversos colores, imitó el movimiento de los pulpos luminosos, persiguió los caballos marinos y se llenó de asombro al ver una inmensa ballena que avanzaba en las aguas.  Sin embargo, hubo algo que llamó aún más su atención: un anciano nadaba pensativo y sin un rumbo. Malena tuvo ganas de acercarse a él y preguntarle en qué pensaba, pero prefirió seguir explorando el imperio acuático. Luego despertó…

En la noche siguiente, soñó que montaba un águila y volaba alegre en un cielo desde donde la vida se veía completa y maravillosa. Saludó a otros pájaros, a los aviones, al sol y llegó a las montañas más altas del mundo. Entonces vio al mismo anciano del sueño anterior sentado en una cumbre. Aquel hombre permanecía triste. Malena estuvo a punto de ordenarle al águila que la llevara hacia él para preguntarle qué le sucedía, pero no se animó a hacerlo. Después, todos los caminos del aire comenzaron a disolverse y Malena abrió los ojos en su cama. 

En la tercera noche, soñó que trepaba los árboles de una selva majestuosa, jugaba con los monos, se subía a los elefantes, les hacía cosquillas a los hipopótamos, escalaba los cuellos de las jirafas y le hacía un gesto de reverencia a un león. Pero dejó de divertirse cuando llegó a un pantano y vio al anciano con la cabeza agachada a la orilla de las aguas verdes. Se acercó a él, abrió su boca para preguntarle qué le pasaba, y, justo en ese momento, el sueño terminó.

En la cuarta noche, cerró los ojos en su habitación, entró al país del sueño y vio una ballena nadando en el aire, un águila volando en el agua y una selva que lentamente se fue transformando en un desierto. De pronto, vio al anciano llorando en las arenas. Corrió hacia él. Le preguntó:

–Señor, ¿qué le sucede?

–Quiero inventar la historia más hermosa del mundo, pero no se me ocurre ninguna idea que interesante – respondió el anciano.

– ¿Le puedo ayudar en algo?

–No creo, niña… Además, estás a punto de despertar en tu cama. Pero, si querés,  podemos seguir charlando en el mundo real. Buscame. Vivo en una humilde casa de adobe, justo a la vuelta de la tuya. Golpeá mi puerta y te abriré. Nos vemos pronto.

Después de aquellas palabras, Malena despertó asombrada. Se vistió, se escapó de su hogar y llegó agitada a la casa de adobe. Golpeó la puerta y, al instante, la atendió el mismo anciano de sus sueños, quien la miró y le dijo:

– ¡Hola, niña! ¿Puedo hacer algo por vos?

– ¿No se acuerda de mí? Anoche charlamos en un sueño –respondió Malena.

–No… No recuerdo haberte visto antes… Y mucho menos en un sueño –dijo él, mientras comenzaba a reír.

–Pero lo he soñado a usted varias noches. Primero en el imperio del mar, luego en los caminos del aire, luego en una selva y, finalmente, en un lugar donde se mezclaban los sueños anteriores. Y en cada uno de esos sueños, usted estaba triste.

El anciano se sintió maravillado al escuchar cada palabra de Malena. Tratando de disimular su asombro, le siguió la charla:

– ¿Sos de soñar cosas lindas como ésas todas las noches?

– ¡Sí! A veces he soñado cosas como una niña que se encoje y navega en una acequia con su barquito, una alta cumbre donde un cóndor y un águila luchan para ver quién se queda con un huevo de oro, y hasta un pájaro dibujando estrellas en el aire. ¿Pero eso qué importa? Le estoy hablando de los sueños en que usted ha aparecido, y hasta me contó que…

El anciano la interrumpió y, con una sonrisa en su rostro arrugado por los años, concluyó:

–Mirá, niña. Sinceramente no creo haberte visto en ningún sueño o haber estado en esos lugares que nombrás. Pero todo lo que decís es muy interesante y estoy sorprendido. ¿Sabés algo? Soy escritor y, justamente, necesitaba una buena idea. Puedo escribir cada uno de tus sueños, pero necesito que me contés todos los detalles y, por supuesto, también debo saber tu nombre.

Luego de aquella charla, fueron pasando las horas, los días, los meses y ambos se convirtieron en buenos amigos. También quedaron unidos para siempre en un tesoro de papel, pues el anciano escribió y publicó un libro llamado ‘‘Los cuatro sueños de Malena’’.


De ‘‘Los cuatro sueños de Malena’’


Omar Ochi













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