Malena, una hermosa niña de Guaymallén,
soñó que entraba a una enorme tubería que la condujo al mundo del mar. Ahí nadó
entre peces de diversos colores, imitó el movimiento de los pulpos luminosos,
persiguió los caballos marinos y se llenó de asombro al ver una inmensa ballena
que avanzaba en las aguas. Sin embargo,
hubo algo que llamó aún más su atención: un anciano nadaba pensativo y sin un
rumbo. Malena tuvo ganas de acercarse a él y preguntarle en qué pensaba, pero
prefirió seguir explorando el imperio acuático. Luego despertó…
En la noche siguiente, soñó que montaba un
águila y volaba alegre en un cielo desde donde la vida se veía completa y
maravillosa. Saludó a otros pájaros, a los aviones, al sol y llegó a las
montañas más altas del mundo. Entonces vio al mismo anciano del sueño anterior
sentado en una cumbre. Aquel hombre permanecía triste. Malena estuvo a punto de
ordenarle al águila que la llevara hacia él para preguntarle qué le sucedía,
pero no se animó a hacerlo. Después, todos los caminos del aire comenzaron a
disolverse y Malena abrió los ojos en su cama.
En la tercera noche, soñó que trepaba los
árboles de una selva majestuosa, jugaba con los monos, se subía a los
elefantes, les hacía cosquillas a los hipopótamos, escalaba los cuellos de las
jirafas y le hacía un gesto de reverencia a un león. Pero dejó de divertirse
cuando llegó a un pantano y vio al anciano con la cabeza agachada a la orilla
de las aguas verdes. Se acercó a él, abrió su boca para preguntarle qué le
pasaba, y, justo en ese momento, el sueño terminó.
En la cuarta noche, cerró los ojos en su
habitación, entró al país del sueño y vio una ballena nadando en el aire, un
águila volando en el agua y una selva que lentamente se fue transformando en un
desierto. De pronto, vio al anciano llorando en las arenas. Corrió hacia él. Le
preguntó:
–Señor, ¿qué le sucede?
–Quiero inventar la historia más hermosa
del mundo, pero no se me ocurre ninguna idea que interesante – respondió el
anciano.
– ¿Le puedo ayudar en algo?
–No creo, niña… Además, estás a punto de
despertar en tu cama. Pero, si querés,
podemos seguir charlando en el mundo real. Buscame. Vivo en una humilde
casa de adobe, justo a la vuelta de la tuya. Golpeá mi puerta y te abriré. Nos
vemos pronto.
Después de aquellas palabras, Malena
despertó asombrada. Se vistió, se escapó de su hogar y llegó agitada a la casa
de adobe. Golpeó la puerta y, al instante, la atendió el mismo anciano de sus
sueños, quien la miró y le dijo:
– ¡Hola, niña! ¿Puedo hacer algo por vos?
– ¿No se acuerda de mí? Anoche charlamos
en un sueño –respondió Malena.
–No… No recuerdo haberte visto antes… Y
mucho menos en un sueño –dijo él, mientras comenzaba a reír.
–Pero lo he soñado a usted varias noches.
Primero en el imperio del mar, luego en los caminos del aire, luego en una
selva y, finalmente, en un lugar donde se mezclaban los sueños anteriores. Y en
cada uno de esos sueños, usted estaba triste.
El anciano se sintió maravillado al
escuchar cada palabra de Malena. Tratando de disimular su asombro, le siguió la
charla:
– ¿Sos de soñar cosas lindas como ésas
todas las noches?
– ¡Sí! A veces he soñado cosas como una
niña que se encoje y navega en una acequia con su barquito, una alta cumbre
donde un cóndor y un águila luchan para ver quién se queda con un huevo de oro,
y hasta un pájaro dibujando estrellas en el aire. ¿Pero eso qué importa? Le
estoy hablando de los sueños en que usted ha aparecido, y hasta me contó que…
El anciano la interrumpió y, con una
sonrisa en su rostro arrugado por los años, concluyó:
–Mirá, niña. Sinceramente no creo haberte
visto en ningún sueño o haber estado en esos lugares que nombrás. Pero todo lo
que decís es muy interesante y estoy sorprendido. ¿Sabés algo? Soy escritor y,
justamente, necesitaba una buena idea. Puedo escribir cada uno de tus sueños,
pero necesito que me contés todos los detalles y, por supuesto, también debo
saber tu nombre.
Luego de aquella charla, fueron pasando
las horas, los días, los meses y ambos se convirtieron en buenos amigos.
También quedaron unidos para siempre en un tesoro de papel, pues el anciano
escribió y publicó un libro llamado ‘‘Los cuatro sueños de Malena’’.
De
‘‘Los cuatro sueños de Malena’’
Omar
Ochi
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