El piloto
argentino vuela cerca de la superficie del mar para que su nave no sea
detectada por los radares ingleses. Sabe que la mínima imprecisión de una
maniobra aérea podría hundir su vida y su patria en la ceguera del abismo y no
en la historia de un pueblo. Lo que no sabe es que, del otro lado del tiempo,
alguien alcanza a verlo y construye un avión con la carta que nadie le
escribió. El avioncito se eleva, resiste los dientes del viento, pierde el
equilibrio y se hunde en un charco. Las palabras también se hunden. El sueño,
la inocencia, la batalla se hunden... Sin embargo, el piloto sigue volando.
De ‘‘Cuarenta formas de ser invisible’’
Omar Ochi
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