jueves, 21 de noviembre de 2019

Lo que uno aprende de Julio


Leo un cuento de Cortázar en mi sillón preferido. Me llama la atención la palabra «axolotl». Disfruto la historia. Escucho golpes en mi puerta. Me levanto, camino hacia el picaporte, atiendo: no hay nadie. Regreso al sillón. Retomo la lectura. Llego al final del texto y, en ese instante, vuelvo a escuchar los mismos golpes. Vuelvo a levantarme. Atiendo: veo a un hombre de anteojos enormes. Le extiendo mi mano. No me ve. Me cierra la puerta en la cara. Escucho cómo se alejan sus pasos. Me asomo a su ventana, le hago señas, pero definitivamente no puede verme. O tal vez está demasiado concentrado en el libro que lee en su sillón.


De ‘‘Cuarenta formas de ser invisible’’

Omar Ochi




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