lunes, 28 de octubre de 2019

Complicidad


Sé que podés imaginar esta historia: soy un personaje que se encogió tanto hasta alcanzar el tamaño de un roedor. Es hermoso caminar por el país de los diminutos. Las sillas, las mesas y los otros muebles son inmensos. Ni hablar de las paredes y el techo. Cada sala de esta casa colosal se transforma en un castillo digno de mi aventura. Me subo a un auto de juguete, lo manipulo a mi antojo, me divierto, lanzo gritos de alegría. Penetro las aberturas de los muros, descubro los secretos del hogar. Por suerte, alguien dejó abierta la puerta que conduce al jardín, lo que me impulsa a sumergirme en un viaje extraordinario por una selva de rosas y jazmines gigantes, enormes pastos que se asemejan a un laberinto verde, un charco que no es otra cosa que un lago donde refresco mi cuerpo, una secuencia de insectos que van y vienen como ángeles de tierra. Todo parece perfecto, pero una sombra se alarga en la orilla. Es imposible no verlo: un gato de la estatura del miedo se asoma… Salgo del charco, empiezo a correr. Sé que podés imaginar esta historia: mi historia, la tuya. El gato te atrapa, te tiene entre sus garras, te acerca a su boca; de mí depende el final de tu vida o el principio de…


De ‘‘Cuarenta formas de ser invisible’’

Omar Ochi




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