1
Ella bebe su té de frutilla
sin saber que el sabor de la vida
es esa luciérnaga roja
escrita en uno de los saquitos:
«cada cosa es bella en su momento».
2
Goza, llueve, truena, calla
y desde el fondo de la taza
una niña se pone de pie y le dice:
«esta noche no dejes de suceder,
alguien más ríe con nosotras;
él sonríe al recordar que fluyes».
3
Busca una postura adecuada
y se sienta en una silla rota.
Empieza a reír:
«hace cuánto no me daba el gusto
de caer para volver a nacer
en otra postura del tiempo».
4
«Sea lo que sea, tómalo con calma»,
le dicen las olas del reloj.
Entonces ella,
cerrando los ojos
y bebiendo despacio
las horas de la noche,
se convierte en la reina del mar.
5
Construye un barco de papel
y lo arroja a la taza.
Navega en su velero desvelado
sin timones ni reglas
ni lágrimas.
Llora con su mejor risa.
6
Su navío de llanto
es el barco más hermoso
de los puertos del aire,
y la gaviota de cristal
no se anima a confesárselo.
7
Siempre prueba los sabores diferentes
de aquella soledad,
sin embargo, todas las tazas
conducen al mismo puerto,
al mismo crepúsculo, a la misma voz:
«bebe y vive, pero nunca te rindas».
De
‘‘Los sabores del hambre’’
Omar
Ochi
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