Arrietty,
una mujer diminuta y salvaje,
habla
de esta manera:
mi mundo
es una selva de hormigas y grillos
mi hogar
una casa escondida en un árbol
en el alba
tengo la costumbre de trepar
el geranio
explorar la tierra de sueños
peregrinos
divisar el prado las fieras
la galería
el castillo de los gigantes
cruzar el lago en un barco o
una botella
entrar a los sitios de la
esperanza
sin que me atrapen
las enormes criaturas
llamadas «perro» y «gato»
ahora es de noche
las estrellas alumbran el
hábito vespertino
lucho hiero venzo a la
temible rata
corto las lianas de la selva
con el alfiler que me sirve
de espada
entro al castillo
hay grietas en la soledad de
los muros
no vengo a usurpar la
fortuna
no ando buscando alimento
no solo vivo de pan agua
frutas
terrones de azúcar
viandas que tomo prestadas
de los humanos
mi existencia depende
de los ojos que me han visto
ojos que pueden
hacerme vivir en una mirada
de amor
y matarme con el olvido
«haré lo que desees
mientras sigas hospedándome
en tu memoria»
recorro los pasillos interminables
la vigilia es una
sombra que se
alarga
en la inmensidad de la
alfombra
en las pinturas las
habitaciones
los muebles la biblioteca
los cuchillos platos
tenedores sobre una mesa
las lámparas los relojes los
vestidos
las casas de muñecas
«todo es penumbra todo es
inmenso»
llevo un puñado de ilusiones
en mi mano izquierda
con la diestra
guardo la espada en su vaina
de trébol
llego a la puerta de la
habitación colosal
está cerrada
busco una ventana una
abertura
las encuentro
subo por un canasto de ropa
situado junto a ellas
una vez arriba
camino en el marco
cruzo la línea que separa
una región de la otra
me deslizo por la cortina
que conduce al futuro
la alcoba es un aposento de
lunas blancas
camino despacio
me subo a un zapato
escalo la silla la mesa la cama
me acerco
lentamente
al niño que me está soñando
De
‘‘Historia del tiempo’’
Omar
Ochi
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