«Si
Dios es bueno, por qué permitió
que
mi barquito se hundiera en el lago»,
le
dice la niña al cartonero de la plaza,
quien,
dentro de tres días,
regresará
para escribir una historia
en
la que una hermosa mujer
navega
de noche en el cielo
y
encuentra un pequeño navío de papel
donde
alguien sangró veinte palabras:
«Era
necesario que esa flor marchitara
para
que te conviertas en el mejor poema
del
jardín que algún día entenderás».
De
‘‘Veintidós tesoros para un caminante en la edad del sendero voraz’’
Omar
Ochi
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