Cinco
mil pesos en tu bolsillo izquierdo; tres boletas en el lado derecho del
pantalón. Un suspiro de aburrimiento en la fila. ¡Hay cuarenta personas delante
de vos! Para colmo olvidaste tu teléfono en casa y, ahora, para matar el
tiempo, sentís que la mejor alternativa es viajar con la mente a tus lugares
soñados. Pensás en un puente que se extiende frente a unas hermosas cataratas.
Las contemplás con la alegría de un niño y treinta billetes de cien se te caen
en el momento menos esperado. Para recuperarlos, te lanzás al agua…
Inmediatamente aparecés en otro escenario: las ruinas indescriptibles de un
antiguo imperio. Ves un monarca herido, arrodillado en un fango. Le preguntás
qué ha sucedido. Sin decir una palabra, se pone de pie, te muestra sus colmillos
de lobo y comienza a perseguirte por un bosque de sombras... Te escondés debajo
de una enramada. Hallás un nido caído de algún árbol que tiene un huevo a punto
de romperse. Mirás las grietas de la cáscara amarilla con ansiedad y… ‘‘¿Puede
apurarse, por favor?’’, te dice el empleado del local. ‘‘Sí, por supuesto’’,
respondés con alivio. No te asombra sacar de tu bolsillo derecho las tres
boletas dobladas. Sólo temblás de horror cuando tu mano y tus ojos encuentran
un lagarto dorado comiéndose los dos mil pesos restantes en el lado izquierdo
de tu pantalón.
De
‘‘Relatos para leer en la fila de los desesperados’’
Omar
Ochi
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