Estoy por saltar del vagón.
El tren no detiene la velocidad de su historia.
Los hombres que me persiguen
se convierten en sus propias armas
para consumar la autoría absoluta
de mi muerte: ese telón rojo, mudo, oscuro
que parpadea al compás del posible disparo.
Voy a saltar... Hacia dónde. En qué vértice.
Con qué piernas ajenas a esta silla de ruedas.
Ahí vienen. Me atrapan. Uno de ellos
acaricia el gatillo, apunta a mi frente
y me dice: ‘‘¿Cuál es tu última voluntad?’’.
Suena una canción de Jim Morrison.
Contesto: ‘‘Dejame tranquilo,
hoy no saldré de la biblioteca’’.
Cuelgo, apago el teléfono.
Retomo la lectura y, ahora,
soy yo quien sostiene el revólver.
De ‘‘Edel III: ventanas e historias de
renacidos’’
Omar Ochi
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